Un Dios biológico


 Un dios biológico



¿Es el ser humano un animal o una fase intermedia entre dos mundos, entre su cerebro inconsciente y su lóbulo frontal consciente?


Entre su hermosa y profunda sabiduría biológica y la más profunda incomprensión de sí mismo al no entender por qué el cuerpo pide y se expresa de una forma y la mente consciente de otra. Es aquí donde la incomprensión entre ambas nos da toda clase de sufrimientos y enfermedades.
Nuestra cultura occidental nos lo intenta explicar a través de la racionalización de los patrones estructurales del cuerpo que formamos estudiando todos nuestros procesos químicos, eléctricos, fisiológicos, emocionales, etc. Pudiendo hacer más de una carrera de cada una de ellas sin llegar a comprender la conexión total con nosotros mismos, solo pequeñas pinceladas de un gran y absurdo rompecabezas.

Las culturas indígenas por su parte hacen todo lo contrario, dejan que su cerebro intuitivo les enseñe qué es lo que deben hacer en cada circunstancia de la vida.
En cualquiera de las dos partes se debe hacer un aprendizaje, una reflexión consciente de la información sesgada que llega tanto intuitiva, como racional, para tomar una determinación ante una determinada circunstancia.

Esto denota una falta de conexión entre dos partes de nosotros mismos que es al parecer un gran error entre nuestro software y hardware y hasta entre nuestros diferentes softwares.
Nuestro cerebro inconsciente es capaz de asimilar, percibir, procesar, toda la información que forma parte de nuestra biología…, o quizás no sea más que una antena de la información supramental que se expresa en nuestra estructura biológica.
De cualquiera de las formas es totalmente inaccesible a nuestro consciente. Algunas personas de este mundo con mucha práctica y dedicación consiguen la conexión con diferentes funciones fisiológicas de su cuerpo, llegando a controlar la respiración, los latidos del corazón, presión arterial, y su temperatura, así como una cinética más dinámica. Todo ello con un esfuerzo a veces inhumano que quizás se vea recompensado por lo conseguido, pero que desgraciadamente no puede ser se transmitido de una generación a otra.

En cambio, el cuerpo es capaz de reaccionar ante una dificultad tanto física como emocional y dar una respuesta biológica, ya sea el caso de una alegría con los cambios que se producen en nuestro cuerpo, como una subida de presión atmosférica, por poner unos ejemplos sencillos.
Los dos son verificables en un cambio fisiológico y estructural.
Otra cualidad de nuestro cerebro inconsciente sería su capacidad de recoger y almacenar toda clase de datos de nuestro entorno así como de los sentimientos y emociones que van surgiendo en cada paso de nuestra vida y que van marcando nuestro bagaje emocional. Para él, todo es real desde lo que nos pasa a nivel afectivo como físico, todo es real, todo pasa en un mismo tiempo, el aquí y el ahora, siempre es ahora. El tiempo para él es algo ilusorio, solo existe en nuestra mente consciente como un concepto o creencia.


Esto es algo que nos hace pensar otra vez en la desconexión entre ambas partes.
El cerebro inconsciente es capaz de captar la más sutil emoción y procesarla para dar una reacción sobre la circunstancia vivida.


Pondré el caso vivido por todos: un catarro o gripe, desarrollado ante un ambiente frío o tóxico en el que nuestros pulmones se deben proteger ante un agente externo agresivo.
Pero como para nuestro amigo inseparable todo es real, una discusión, que no deja de ser una agresión verbal, por lo tanto aérea (aire y emoción de toxicidad agresiva), hace que reaccione de la misma manera, produciendo los remedios a su alcance para defenderse de esa agresión. No preguntará al cerebro consciente si es real o no, él toma su iniciativa de  defender el cuerpo de ese tóxico.

Aquí hay una doble distorsión entre lo que debería hacer y hace como automatismo, y la distorsión de la realidad que la persona tiene de la información que da a su cerebro.
No todos traducimos esta situación en una amenaza vivida en un ambiente tóxico, luego detrás habrá siempre una creencia o valor que hace la conversión, por lo tanto una desvalorización en los recursos a su alcance. Si desvalorizo, de alguna forma, creo un juicio de la situación y la valoro como buena o mala.




Este juicio distorsiona también la información que recibe el cerebro inconsciente, creando patrones de interferencia entre las partes de nuestro cerebro.
Cómo explicar esto último… si yo valoro una situación vivida por mí o por otra persona como buena o mala, influyo en las reacciones de mi cuerpo ante esas circunstancias, distorsionando la información registrada por mi cuerpo, y complicando más el asunto, si lo que valoro es una situación no vivida por mí pero que afecta a mi biología -el comportamiento de una madre, por ejemplo-.

Imaginémonos que ella realiza una acción soportada por su sistema de creencias, con una intención positiva para ella y su biología. También podemos ver que responderá a una necesidad insatisfecha en la mayoría de las veces, por ejemplo un aborto voluntario producido por una situación de ausencia de hogar o de un engaño.

Cuando le hacen el legrado, le entra el arrepentimiento y cree que esto que ha hecho es un asesinato e intenta reparar la acción con un nuevo hijo.
Todo ello es una creencia pero la biología solo percibe un fuerte impacto emocional que convierte en una necesidad imperiosa de reparar una muerte, con sentimiento de culpabilidad que desvaloriza a la persona. Se producirá un nuevo embarazo y el nuevo ser que vendrá a reparar esa muerte, vendrá con un programa de “satisfacer los deseos, las frustraciones y las necesidades de otra persona. A su madre, entre otros” Y la madre, disfraza su culpabilidad por el hecho que sólo fue un aborto, oculta la información a sus futuros hijos, pero en su ser interno y bajo su sistema de creencias, eso fue un asesinato.

Aquí está la doble distorsión entre la información que me da la madre a nivel consciente y la que recibe mi biología a nivel inconsciente.
Eso puede llevar a que la persona sufra a lo largo de su vida una desvalorización profunda por no estar viviendo su vida, tiene que reparar la pérdida de otro ser humano.
Solo una toma de conciencia puede liberar a la persona de esa carga, luego sería una falta de información la que lleva a la persona a enfermar, una desconexión entre sus cerebros consciente e inconsciente.

Pero hasta el momento de la toma de conciencia de esta información, y a lo largo de la vida de esta persona se han ido formando patrones de comportamiento que le han llevado a una enfermedad relacionada con esa desvalorización.

Nuestra biología nos da la solución pero para algunos el precio es elevado.
Si bien gracias a estos comportamientos nuestra biología se ha defendido, ha aprendido y se ha desarrollado hasta nuestros días, el fallo en nuestra capacidad de entendimiento del lenguaje biológico es evidente. Y es la causa del sufrimiento del ser humano.
Esto hace recordar la similitud que existe con el pecado original en la cultura judeo-cristiana, en la que el hombre queriendo el conocimiento es engañado por la serpiente para comprender a Dios. A partir de ese momento el paraíso desaparece para él, pues el juicio y la desvalorizaron entra en funcionamiento.

No fue expulsado, se sintió diferente e intentó tomar conciencia. Conocimiento de sí mismo y ello conllevó el principio del sufrimiento de la raza humana.

Así es como el ser humano es producto de su engaño, y a la vez preso de su propia biología inconsciente la cual ha tenido un difícil acceso. Y siendo la biología el conocimiento primario de la evolución que conoce todas y cada una de nuestras emociones y funciones metabólicas y físicas me atrevo a llamarle dios.

Un dios desconectado de nuestra conciencia: “un dios biológico”
Quizás sea ésta la única forma que la naturaleza tiene para tomar contacto consigo misma. Es un camino de evolución al que tendremos que aplicarle conciencia.

 

BIONEUROEMOCIÓN  ASTURIAS  OVIEDO BIODESCOSIFICACION  

PSICOSOMÁTICA APLICADA

No hay comentarios:

Publicar un comentario